sábado, 2 de marzo de 2013

Esclavos del presente

Hace unos añitos, en la prehistoria, el ansia que dominaba a los seres humanos era el guiado por sus instintos básicos. Poco a poco la situación fue evolucionando hasta el momento en el que los impulsos dieron paso a el racionalismo, a pensar y valorar las cosas más allá de su valor momentáneo, de velar por el futuro más aún que por el presente. Por primera vez se actuaba con cierto orden, con criterios, pensando las cosas dos veces. Cierto es que los instintos básicos permanecían, pero el ser humano descubrió que no vivía solo, que convivía con más gente y que si luchaba por que al de al lado le fuese bien, a él le iría más o menos bien. Empezó a enteder que este mundo no está concebido para egoístas.

Más tarde, algunos fueron más allá y decicideron pensar un poquito. Esos son Sócrates, Aristóteles y todos los pertenecientes a sus selectos clubs. Se dieron cuenta de que el mundo no es para egoístas, pero que a veces es bueno tener un poquito de personalidad y que cada uno piense por sí mismo y no le den todo pensado porque de ser así, habría mucho engaño y corrupción, como hoy en día.

Sus pensamientos no llegaron muy lejos pues toda la Edad Media se basó en eso: uno manda, el que manda designa a unos pocos para que también tengan privilegios y que el resto viva como pueda, y se las apañe. A nadie le importa si no se las apañan.

No hubo espíritu de rebelión hasta finales de este periodo histórico, cuya fecha final fue 1789, en la Revolución Francesa. Poco duró esa libertad, que definitivamente se expandió por Europa y el resto del mundo con las revoluciones de 1820, 1830 y 1848, ésta última la más importante de ellas. Con estas revoluciones no se pretendía más que mejorar la calidad de vida de aquellos que ni si quiera sabían que era calidad de vida. Pensaron por sí mismos, se dieron cuenta de que muy pocos se habían quejado antes y que si lo intentaban podían perder muy poco y ganar mucho, en relación con la cantidad de gente que disfrutaría en caso de victoria, y en la propia muerte en caso de fracaso.

¿Mereció la pena?

A simple vista todos diríamos que sí, pero si se piensa dos veces la pregunta... Gracias a ellos nos libramos del yugo impuesto por esas monarquías autoritarias, absolutistas pero, ¿acaso son mejores los yogus de hoy en día, el yuog de la fama, del poder, del dinero...?

Sí, ese es el yugo de nuesta sociedad hoy dia, el dinero. Nacemos, crecemos y morimos pensando en el dinero, necesitando el dinero.

Aquellos que no tienen como fin último el dinero, aquellas personas dignas de alabanza y tan difíciles de encontrar, se están extinguiendo, hoy día quedan ya muy pocos. La principal razón es que cuando una de esas personas actúa acorde a sus pensamientos, sin querer dinero a cambio, se aprovechan de ella, lo haga de la forma en que lo haga, porque los que no luchan por dinero están en una división por encima de la del resto, y algunos prefieren ser el mejor dentro del grupo de los peores, y otros intentan, sencillamente, ser de los mejores, sin importarles a lo que renuncien, porque creen en lo que hacen. Su fin último no es es el dinero, es la verdad.

¿Cuál es tu fin último?





Por suerte - la mayoría de nosotros llorará por cosas por las que no vale la pena llorar

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