domingo, 13 de octubre de 2013

La fe mueve montañas, el orgullo cordilleras (Parte 2)

Hay muchos momentos a lo largo de nuestra vida. Demasiados como para meterlos a todos en una sola categoría. Por consiguiente, cabe la posibilidad de distinguir a los momentos en dos grandes bloques, los buenos y los malos momentos.

Se trata de una sencilla división, en la que nadie se queja de la primera porque, si todo va bien, ¿de qué quejarse?
Por lo general, los que se quejan de las buenas situaciones son los que persiguen ese afán de perfección, porque saben que no siempre tiene porqué ir bien. Ellos son los precavidos, los que se preocupan mucho por las cosas. Lo malo que tiene ser así es que suelen llevar razón: "Todo se termina acabando."

Cuando se está borracho, caliente o colocado, no se piensa más allá del momento y la felicidad extrema de él. Es el famoso "Carpe Diem", en su peor sentido. El futuro y sus consecuencias no importan porque no son "ahora", que es lo que se está viviendo, por lo que, ¿para qué preocuparse del futuro? Lo que importa es el momento, el presente.

Se podría decir que este tipo de personas que se deja llevar por el ahora, es todo lo contario a una persona precavida, porque no le importa el porvenir de las cosas.

Lo "bueno" es que un drogadicto, un salido y un alcohólico tienen cura, sus problemas son tratables. Más o menos difíciles de curar, pero tratables a fin de cuentas.

Sin embargo no son ellos los únicos que cuando dejan de ser quienes normalmente son, para convertirse en su parte más deplorable, pierden los estribos. 

No son solo los drogadictos, los perturbados y los alcohólicos los que por sus demenciales conductas encajan en la categoría de gente que actúa mal, porque hay multitud de crímenes y de criminales, pero hay uno que sobresale por encima del resto.

Dicen que el primer paso para solucionar un problema es reconocer el mismo. Es por esta razón por la cual quienes copan dicha lista, son ellos y no otros, porque tienen el mismo número, si no más, de problemas que cualquier otro, con la salvedad que es muy raro que busquen ayuda. Son los orgullosos.

Desgraciadamente tienen el mismo proceder que cualquier otro: son gente normal hasta que el orgullo corroe sus venas y poco a poco invade todo su cuerpo. Para los que hayan visto la super producción americana "Hulk", es lo mismo: Se trata de un ser normal y corriente hasta que por determinadas razones se vuelve un ser impredecible e incontrolable. Cuando Hulk se activa, es guiado por unos instintos básicos, el de supervivencia, el de la victoria... Lo mismo le pasa a una persona orgullosa.

En el momento que cada persona se convierte en Hulk, la criatura verde, deja de ser él mismo para ser quien no quiere ser. Por definición una persona orgullosa jamás reconocerá su error, y si lo hace, será por orgullo.

Cuando nos enfadamos, cuando se activa nuestro Hulk personal, nada es más importante que salir victorioso de la discusión, sin importar la forma de hallar la victoria.

Sin embargo, ¿te has preguntado alguna vez por qué quieres ganar en esos momentos? Sí, efectivamente, por orgullo. Y, ¿te has preguntado alguna vez, en frío, qué ganas siendo orgulloso? No siempre, pero lo más común es precisamente lo contrario, no solo no ganar nada, sino perder.

Sé más listo que el orgullo. Gana la batalla que verdaderamente importa, la batalla de quién es mejor persona. Admite tu error, trata de entender la postura o posturas que no comparten tu punto de vista, y cuando te des cuenta del error, por minúsuclo que sea, pide perdón, rectifica.

En primera instancia te parecerá que hay demasiado orgullo como para que quepa por la garganta, creerás que no puedes tragártelo, pero es ahí cuando debes preguntarte: ¿Qué vale más, la otra persona o mi orgullo?


Tal vez la mejor solución es la que trata de adoptar Hulk: acordarse de las cosas que realmente le importan, acordarse de lo que él es, porque si lo recuerda, tiene un motivo por el que luchar.

No es difícil, simplemente tienes que buscar tu motivo por el que luchar.

Cuando estés enfadado y te hayas dejado guiar por la soberbia, por el orgullo, cada cosa que hagas será algo que, cuando vuelvas a ser tú, te arrepentirás de haber hecho. No hagas cosas de las que luego te vayas a arrepentir.

"De los errores se aprende, pero lucha por cometer aciertos."



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